El 6 de
mayo, Talleres gráficos de México comenzó la impresión de más de 90 millones de
boletas electorales con el nombre de los cinco candidatos presidenciales a un
costo de $0.74 cada una. Hubiera sido un buen gesto que Margarita Zavala (estigma)
de Calderón renunciara a su candidatura unos días antes para que su nombre no
apareciera en la boleta y los votos que recibiera no se contaran como nulos. La
renuncia de Zavala (estigma) de Calderón es comprensible: era muy, muy difícil
ser candidata independiente… ¡de su marido! Con ese lastre y sin la marca PAN
corría el riesgo de aniquilar su capital político terminando abajo, incluso,
del candidato independiente cuyo nombre Héctor Aguilar Camín no quiere
mencionar.
Los
cuatro que quedan en la carrera participaron el domingo en el segundo debate
presidencial, llevado a cabo en la Universidad Autónoma de baja California
(UABC), en Tijuana. A partir del primer debate se
ha reforzado la percepción de que la elección será un plebiscito, a favor o en
contra de Andrés Manuel López Obrador, y que, hundido el formidable José
Antonio Meade, solo Ricardo Anaya tiene chances para capitalizar el voto de
rechazo a aquel, el voto útil. Luego, la campaña de contraste contra el puntero
se ha vuelto más vil. Los últimos días centraron la atención en la salud de
López Obrador, específicamente, en los problemas de corazón y de columna que,
se sabe, padece y que, según, serían tan severos como para limitar su desempeño
como presidente. No es un asunto menor, por
supuesto: tenemos derecho a saber si quienes quieren gobernar el país durante
los próximos seis años tiene motivos para pensar que no podrán hacerlo en
plenitud de sus facultades físicas o mentales. Si alguno de ellos está en esa
situación, debe hacerlo público para permitir a los electores tomar una
decisión bien informada.
Aprendida
la lección del primer debate, López Obrador llegó al segundo más relajado,
sonriente, bromista y, sobre todo, agresivo. Y sano. Según él, “bien de salud”
y “bateando arriba del .300”. —Soy el de más edad, pero también el de más
experiencia —se defendió El Durazno de Macuspana. López Obrador volvió a
derrochar soberbia pero no tanto por necedad sino por estrategia: el tabasqueño
le habló a sus votantes; su propósito
no fue convencer a los indecisos sino arengar a su voto duro, el cual, calcula,
le alcanza para ganar la elección. Frente a ese público tan suyo pudo
permitirse algunas chulerías. Un taco, un regate, otro; ¡un pelotazo de rabona!
¡Y todo se lo festejaMos! Sus intervenciones se convirtieron en memes
instantáneos: “Abrazos, no balazos”, “¡Mentiroso! ¡Tramposo!”, “Ricky Riquín,
canallín”.
A
diferencia del primer debate, en el segundo no pareció haber una coordinación
para hacer montón a López Obrador entre Anaya, Meade y el que quiere expropiar
Banamex (¿?), lo cual ocasionó algunas escaramuzas entre ellos. Meade erró un
mano a mano frente a la portería de la remontada épica: —¿Se equivocó Enrique
Peña Nieto al invitar a Donald Trump a México? —le preguntó el poco moderado
moderador. —No —perdonó el desatinado candidato. Esa ha sido la triste historia
de Meade. Al candidato oficialista le ha sido imposible deslindarse de Peña
Nieto, de cuyo (des)gobierno fue cómplice, y del PRI que lo ha adoptado y se le
ha colgado como ladrillo al cuello. Visto desde otro ángulo, lo suyo es una
muestra de lealtad extraña en éstas instancias. No más contundente fue Anaya, a
quien una investigación española por supuesto lavado de dinero, abierta “a partir de una denuncia anónima y basada en recortes de prensa”,
tuvo a la defensiva hasta ayer que un juez madrileño le dio carpetazo. A Anaya
solo se le vio de veras amenazante cuando se acercó al lugar de López Obrador.
Otro meme: —Voy a
cuidar mi cartera porque se me está acercando mucho…
El INE
ha hecho el esfuerzo por hacer los debates más dinámicos. En el segundo, por
ejemplo, eliminó los atriles y permitió a los candidatos caminar libremente por
el set, cerca del público. El más viejo de los
cuatro fue el único que permaneció todo el tiempo de pie.
¡Punto
para Andrés Manuel López Obrador!
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