La fragmentación del voto
Cada año, el Fundéu BBVA elige una
palabra del año “de entre aquellas que han
estado más presentes en la actualidad informativa”. En 2015, eligió refugiado; en 2016, populismo. Éste año
podrían elegir independencia, una palabra que significa muchísimo en
el Kurdistán iraquí, en Catalunya o en Lombradía y Véneto donde recientemente
se han llevado a las urnas anhelos históricos. O en el Reino Unido del Brexit o en los Estados Unidos del América first!,
donde la mayoría de los ciudadanos han elegido safarse de las obligaciones que
implica en liderazgo global. Todos los movimientos independentistas, cada cual
según sus circunstancias, surgen como respuesta a sistemas políticos
insatisfactorios, es decir, que han agotado su capacidad de respuesta a las
demandas de un sector de la sociedad.
Cosa parecida sucede con el sistema de
partidos políticos mexicano. Las tres grandes coaliciones partidistas que se
preparan para competir en las elecciones de 2018, la del PRI, la del PAN-PRD y
la de MORENA-PT, no son una alternativa electoral convincente para una parte
importante de los votantes. La pérdida de confianza en los partidos políticos,
bien señalada por Roy Campos —por séptimo año consecutivo, serían las instituciones peor
valoradas por los mexicanos, según el informe México: Confianza en las
instituciones 2016, de Consulta Mitofsky—, ha abierto una ventana de oportunidad
histórica para las candidaturas independientes. Éstas surgirían, en teoría,
como respuesta a un sistema de partidos políticos insatisfactorio, es decir,
que en su conjunto ha fallado en reconocer y/o en representar los principios y
valores de un sector del electorado.
Desde el 16 de octubre, los aspirantes a
una candidatura presidencial, repentinos adalides de la democracia, han
comenzado a recolectar los ~900 mil avales en 17 estados que requieren para
conseguir su registro. Con apuros. El régimen está utilizando todas sus
artimañas para dificultar la participación de los candidatos independientes y,
en general, para desalentar la participación ciudadana en la res publica. ¡Los
cuarenta y ocho que superaron el viacrucis burocrático sufren, ahora, el
calvario de una aplicación que no jala! Al corte del 27 de noviembre, Jaime
Rodríguez, El Bronco, va de fugado (445,535 mil firmas), rezagándose Margarita
Zavala (estigma) de Calderón (243,897). Al primero le respalda la tesorería de
Nuevo León; a la segunda, ¿qué mente malévola le habrá hecho creer que podría
prescindir de la marca PAN? En general, los números son desalentadores: ningún
aspirante está en ritmo de conseguir la totalidad de las firmas, el segundo
lugar suma tantas como los cuarenta y seis que le proceden; de estos, cuarenta
y tres promedian menos de mil firmas en total; solo 1 de cada 4 auxiliares
dados de alta ha hecho su chamba. ¿Será que, además, los independientes tampoco
convencen? Ese tema, luego.
Lo anterior desmiente uno de los
principales axiomas del análisis de la elección presidencial de 2018: ¡al establishment no le conviene la fragmentación del
voto! La balcanización del voto es una estrategia útil si el oficialismo tiene
un piso más elevado que la oposición, no si la oposición tiene un piso más
elevado que el oficialismo. En nuestro caso, mientras que el voto duro del
PRI-gobierno se (des)nutre de sus estructuras corporativas y clientelares que
cada vez más escapan de su control y se resiente de la pérdida de confianza y credibilidad
en el primer priísta del país, el voto duro de Andrés Manuel López Obrador se
sacia del hartazgo social y se sustenta en un discurso que ha sido consistente
durante una década larga. Matemática básica: mientras menos fragmentado esté el
voto switcher,
el que en sí mismo representa el campo de batalla, menos difícil le resultará
al PRI(ANRD) alcanzar a MORENA…
Los poderes fácticos del Estado
configuran el proceso electoral a su conveniencia. Si quisieran concentrar el
voto, limitarían el registro a uno o hasta dos candidatos independientes; si
quisieran compartirlo, permitirían el registro de cualquiera que sueñe con ser
presidente —¡ay, la justificación infantil de algunos!—.
En 2018, elección de Estado no será
disimulada.
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