martes, 28 de noviembre de 2017

La fragmentación del voto

La fragmentación del voto

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 28 de noviembre de 2017.

Cada año, el Fundéu BBVA elige una palabra del año “de entre aquellas que han estado más presentes en la actualidad informativa”. En 2015, eligió refugiado; en 2016, populismo. Éste año podrían elegir independencia, una palabra que significa muchísimo en el Kurdistán iraquí, en Catalunya o en Lombradía y Véneto donde recientemente se han llevado a las urnas anhelos históricos. O en el Reino Unido del Brexit o en los Estados Unidos del América first!, donde la mayoría de los ciudadanos han elegido safarse de las obligaciones que implica en liderazgo global. Todos los movimientos independentistas, cada cual según sus circunstancias, surgen como respuesta a sistemas políticos insatisfactorios, es decir, que han agotado su capacidad de respuesta a las demandas de un sector de la sociedad.

Cosa parecida sucede con el sistema de partidos políticos mexicano. Las tres grandes coaliciones partidistas que se preparan para competir en las elecciones de 2018, la del PRI, la del PAN-PRD y la de MORENA-PT, no son una alternativa electoral convincente para una parte importante de los votantes. La pérdida de confianza en los partidos políticos, bien señalada por Roy Campos —por séptimo año consecutivo, serían las instituciones peor valoradas por los mexicanos, según el informe México: Confianza en las instituciones 2016, de Consulta Mitofsky—, ha abierto una ventana de oportunidad histórica para las candidaturas independientes. Éstas surgirían, en teoría, como respuesta a un sistema de partidos políticos insatisfactorio, es decir, que en su conjunto ha fallado en reconocer y/o en representar los principios y valores de un sector del electorado.

Desde el 16 de octubre, los aspirantes a una candidatura presidencial, repentinos adalides de la democracia, han comenzado a recolectar los ~900 mil avales en 17 estados que requieren para conseguir su registro. Con apuros. El régimen está utilizando todas sus artimañas para dificultar la participación de los candidatos independientes y, en general, para desalentar la participación ciudadana en la res publica. ¡Los cuarenta y ocho que superaron el viacrucis burocrático sufren, ahora, el calvario de una aplicación que no jala! Al corte del 27 de noviembre, Jaime Rodríguez, El Bronco, va de fugado (445,535 mil firmas), rezagándose Margarita Zavala (estigma) de Calderón (243,897). Al primero le respalda la tesorería de Nuevo León; a la segunda, ¿qué mente malévola le habrá hecho creer que podría prescindir de la marca PAN? En general, los números son desalentadores: ningún aspirante está en ritmo de conseguir la totalidad de las firmas, el segundo lugar suma tantas como los cuarenta y seis que le proceden; de estos, cuarenta y tres promedian menos de mil firmas en total; solo 1 de cada 4 auxiliares dados de alta ha hecho su chamba. ¿Será que, además, los independientes tampoco convencen? Ese tema, luego.

Lo anterior desmiente uno de los principales axiomas del análisis de la elección presidencial de 2018: ¡al establishment no le conviene la fragmentación del voto! La balcanización del voto es una estrategia útil si el oficialismo tiene un piso más elevado que la oposición, no si la oposición tiene un piso más elevado que el oficialismo. En nuestro caso, mientras que el voto duro del PRI-gobierno se (des)nutre de sus estructuras corporativas y clientelares que cada vez más escapan de su control y se resiente de la pérdida de confianza y credibilidad en el primer priísta del país, el voto duro de Andrés Manuel López Obrador se sacia del hartazgo social y se sustenta en un discurso que ha sido consistente durante una década larga. Matemática básica: mientras menos fragmentado esté el voto switcher, el que en sí mismo representa el campo de batalla, menos difícil le resultará al PRI(ANRD) alcanzar a MORENA…

Los poderes fácticos del Estado configuran el proceso electoral a su conveniencia. Si quisieran concentrar el voto, limitarían el registro a uno o hasta dos candidatos independientes; si quisieran compartirlo, permitirían el registro de cualquiera que sueñe con ser presidente —¡ay, la justificación infantil de algunos!—.


En 2018, elección de Estado no será disimulada.


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martes, 28 de noviembre de 2017

La fragmentación del voto

La fragmentación del voto

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 28 de noviembre de 2017.

Cada año, el Fundéu BBVA elige una palabra del año “de entre aquellas que han estado más presentes en la actualidad informativa”. En 2015, eligió refugiado; en 2016, populismo. Éste año podrían elegir independencia, una palabra que significa muchísimo en el Kurdistán iraquí, en Catalunya o en Lombradía y Véneto donde recientemente se han llevado a las urnas anhelos históricos. O en el Reino Unido del Brexit o en los Estados Unidos del América first!, donde la mayoría de los ciudadanos han elegido safarse de las obligaciones que implica en liderazgo global. Todos los movimientos independentistas, cada cual según sus circunstancias, surgen como respuesta a sistemas políticos insatisfactorios, es decir, que han agotado su capacidad de respuesta a las demandas de un sector de la sociedad.

Cosa parecida sucede con el sistema de partidos políticos mexicano. Las tres grandes coaliciones partidistas que se preparan para competir en las elecciones de 2018, la del PRI, la del PAN-PRD y la de MORENA-PT, no son una alternativa electoral convincente para una parte importante de los votantes. La pérdida de confianza en los partidos políticos, bien señalada por Roy Campos —por séptimo año consecutivo, serían las instituciones peor valoradas por los mexicanos, según el informe México: Confianza en las instituciones 2016, de Consulta Mitofsky—, ha abierto una ventana de oportunidad histórica para las candidaturas independientes. Éstas surgirían, en teoría, como respuesta a un sistema de partidos políticos insatisfactorio, es decir, que en su conjunto ha fallado en reconocer y/o en representar los principios y valores de un sector del electorado.

Desde el 16 de octubre, los aspirantes a una candidatura presidencial, repentinos adalides de la democracia, han comenzado a recolectar los ~900 mil avales en 17 estados que requieren para conseguir su registro. Con apuros. El régimen está utilizando todas sus artimañas para dificultar la participación de los candidatos independientes y, en general, para desalentar la participación ciudadana en la res publica. ¡Los cuarenta y ocho que superaron el viacrucis burocrático sufren, ahora, el calvario de una aplicación que no jala! Al corte del 27 de noviembre, Jaime Rodríguez, El Bronco, va de fugado (445,535 mil firmas), rezagándose Margarita Zavala (estigma) de Calderón (243,897). Al primero le respalda la tesorería de Nuevo León; a la segunda, ¿qué mente malévola le habrá hecho creer que podría prescindir de la marca PAN? En general, los números son desalentadores: ningún aspirante está en ritmo de conseguir la totalidad de las firmas, el segundo lugar suma tantas como los cuarenta y seis que le proceden; de estos, cuarenta y tres promedian menos de mil firmas en total; solo 1 de cada 4 auxiliares dados de alta ha hecho su chamba. ¿Será que, además, los independientes tampoco convencen? Ese tema, luego.

Lo anterior desmiente uno de los principales axiomas del análisis de la elección presidencial de 2018: ¡al establishment no le conviene la fragmentación del voto! La balcanización del voto es una estrategia útil si el oficialismo tiene un piso más elevado que la oposición, no si la oposición tiene un piso más elevado que el oficialismo. En nuestro caso, mientras que el voto duro del PRI-gobierno se (des)nutre de sus estructuras corporativas y clientelares que cada vez más escapan de su control y se resiente de la pérdida de confianza y credibilidad en el primer priísta del país, el voto duro de Andrés Manuel López Obrador se sacia del hartazgo social y se sustenta en un discurso que ha sido consistente durante una década larga. Matemática básica: mientras menos fragmentado esté el voto switcher, el que en sí mismo representa el campo de batalla, menos difícil le resultará al PRI(ANRD) alcanzar a MORENA…

Los poderes fácticos del Estado configuran el proceso electoral a su conveniencia. Si quisieran concentrar el voto, limitarían el registro a uno o hasta dos candidatos independientes; si quisieran compartirlo, permitirían el registro de cualquiera que sueñe con ser presidente —¡ay, la justificación infantil de algunos!—.


En 2018, elección de Estado no será disimulada.


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