México
es un país subestimado por muchos, incluidos los propios mexicanos. Esta
columna que escribí me salgo un poco del tema del sector marítimo para dar mi
opinión por que Mexico está como esta,
por la propia mentalidad de nuestra sociedad. El término “malinchista” fue
creado para catalogar a aquellos mexicanos que no pueden ver el valor de su
propia patria y, como dicen por ahí, se fijan únicamente en el patio ajeno. Si
hablamos de recursos naturales, México sobresale por el petróleo, la plata, el
cobre, el gas y la biodiversidad tanto en flora como en fauna, por nombrar
algunos. La riqueza en México es inconmensurable, lo que hace aún más trágica
la situación actual.
Casi la
mitad de los mexicanos viven en la pobreza. No estamos hablando de no poder comprar
el próximo Iphone 8, ni tampoco de tener que tomar camión en lugar de tener
carro. Estamos hablando de la imposibilidad de casi la mayoría de las familias
mexicanas en poder cubrir sus propios gastos de existencia.
Habrá
gente que diga que el país no está mal, ya que los índices de desempleo en
México no son tan altos como en otros países, pero esto sólo es cierto bajo el
disfraz del famoso subempleo. Muchos mexicanos han optado por el comercio
informal ante la escasez de empleos estables y bien remunerados.
La
situación actual del mexicano promedio no es resultado de la falta de
oportunidades ni del monopolio (a pesar de ser existente) de las grandes
multinacionales, es culpa de la educación que ha recibido. En México no se
enseña a innovar, se enseña a seguir. En México no se enseña a crear, se enseña
a copiar. En México no se enseña a ser dueño de su propio destino, se enseña a
ser parte de donde la gente vive en una
rutina laboral toda su vida sin poder disfrutar del dinero que generan por
estar siempre atado a las deudas que los persiguen.
Es imposible pensar que el cambio se puede
conseguir en pocos años, ya que la educación primaria-universidad dura 16 años
en promedio. Si empezáramos hoy con un nuevo modelo educativo, los cambios no
se verían hasta dentro de la próxima generación. Aún así, es imperativo, al
menos en casa, motivar la creatividad empresarial en los niños, jóvenes y
adultos para que no estén subyugados a la situación general del país, que no es
más que un reflejo de la mentalidad del mexicano: Unos pocos logran redescubrir
la riqueza propia de México y explotarla mientras los demás están demasiado
absortos entre las telenovelas y el futbol limitándose sólo a seguir sin en
realidad saber a dónde van.
En nuestro caso en Mexico sufre individualismo
extremo, representando muy bien con el dicho ‘del zaguán para mi casa’ ha sido
muy pronunciado recientemente, en momentos en que la república se está
perdiendo por nuestras incongruencias civiles y que se requiere más que nunca
‘de jalar parejo’. Es entonces cuando se vuelve necesario analizar el por qué
del fracaso de nuestra cultura para afrontar, no sólo el pésimo trabajo de
representación política que estamos evidenciando, sino también la falta de una
comunidad sólida, que pueda solventar por sí misma esta confusión y suplicio
generalizados por el que pasamos, y buscar hacerlo sin la ayuda de algún nuevo
pastor que siga tratando de vendernos falsas ilusiones con fachada de grandes
ideas colectivas.
Nuestra mentalidad, debe buscar la mejora y la transformación
de sí misma, ya que la única cosa que busca perpetuarse como tal, evitando el
cambio, suele ser esta misma, dado que es trabajo del ego y la identidad
individual y colectiva el mantenerle así. Pero lo triste, o lo posiblemente
liberador si sólo lo reconocemos como tal, es que las cosas cambian en todo
momento. Por eso el mantenernos iguales sin modificar nuestros patrones de
pensamiento, no sólo es ingenuo, si no que es potencialmente destructivo para
la sociedad en su conjunto.
La educación no sólo sirve para transformarnos y para
comprender cómo funciona el sistema que nos rige. Es también una herramienta
fundamental en la búsqueda del aprendizaje y la realización de que somos
primero que nada una comunidad humana, y que hay que respetarnos como tal. De
ahí nos puede ayudar a pasar a la construcción -ahora sí, por fin- de una
patria funcional, que comparte un espacio público, y que éste debe de
respetarse mediante la ley y los acuerdos comunitarios ya existentes.
“Todo el mundo piensa en cambiar a
la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo”.
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