miércoles, 22 de marzo de 2017

Fuenteovejuna por Francisco Baeza

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 21 de marzo de 2017.

Fuenteovejuna, una de las obras favoritas de Lope de Vega, está basada en hechos reales. De acuerdo con la crónica de Sebastián de Covarrubias, en el siglo XV, los vecinos de Fuenteovejuna, Andalucía asesinaron a Hernán Pérez de Guzmán, comendador mayor de Calatrava, a quien acusaban de toda suerte de atropellos. Cuando las autoridades interrogaron a los lugareños buscando hallar, entre ellos, a los responsables del magnicidio, no pudieron sacarles otra palabra sino una lacónica declaración de omertà: —¡Fuenteovejuna lo hizo! ¡Al comendador mayor lo mataron todos!…

Durante décadas, el sistema político mexicano funcionó con precisión milimétrica. La dictadura perfecta se constituía a partir de un axioma invulnerable: “No reelección”. El presidente saliente podía elegir a su sucesor pero, luego, perdía toda influencia sobre él, pasaba a retiro. Ésta fórmula ayudó a México exentarse de la violencia que caracterizó las transiciones de sus vecinos latinoamericanos. Cuando Rogerio de la Selva, secretario particular de Miguel Alemán, consultó a Lázaro Cárdenas sobre la conveniencia de hacer una excepción a la regla —no era casual la consulta ni lo sería la respuesta—, el general, el de mayor ascendencia moral sobre la familia revolucionaria, le advirtió que siempre que alguno quisiera perpetuarse en el poder ocasionaría un baño de sangre. —No comparto la teoría de que los hombres sean imprescindibles —le dijo.

En el cénit de su presidencia, Carlos Salinas de Gortari se creyó imprescindible. Los partidarios de su proyecto transexenal esgrimían que el buen desempeño del mandatario no debería ser desperdiciado y que, en democracia, la reelección debería ser decisión del pueblo; los más locuaces retomaban el alegato de Gonzalo N. Santos a propósito de la reforma constitucional de 1926, el cual comenzaba diciendo que “la Revolución no podía permitirse la inutilización permanente de sus líderes”. Consciente, no obstante, de que pretender la reelección inmediata sería un exceso de soberbia —la intentona de Gonzalo Martínez Corbalá de reelegirse como gobernador de San Luis Potosí, vista como un experimento del salinismo, había generado fuertes críticas— Salinas apostó, mejor, por una reelección colegiada, un salinato, al cabo del cual volvería, triunfante, abanderando al nuevo PRI, el partido de la Solidaridad. El presidente hacia cambios pero no para conservar el poder, como marcaban los cánones, sino para acumularlo. El desmantelamiento del ancien régime conduciría a la democracia, según Salinas…

Carlos Salinas de Gortari, fanático de la intriga, propició el clima enrarecido en medio del cual ocurrió al asesinato de su delfín, su hijo político, Luis Donaldo Colosio, ésta semana, hace 23 años. Colosio pagó con su vida la ambición desmedida de su patrón.

¡Fuenteovejuna lo hizo! ¡Al candidato lo mataron todos los agraviados del salinismo!

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miércoles, 22 de marzo de 2017

Fuenteovejuna por Francisco Baeza

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 21 de marzo de 2017.

Fuenteovejuna, una de las obras favoritas de Lope de Vega, está basada en hechos reales. De acuerdo con la crónica de Sebastián de Covarrubias, en el siglo XV, los vecinos de Fuenteovejuna, Andalucía asesinaron a Hernán Pérez de Guzmán, comendador mayor de Calatrava, a quien acusaban de toda suerte de atropellos. Cuando las autoridades interrogaron a los lugareños buscando hallar, entre ellos, a los responsables del magnicidio, no pudieron sacarles otra palabra sino una lacónica declaración de omertà: —¡Fuenteovejuna lo hizo! ¡Al comendador mayor lo mataron todos!…

Durante décadas, el sistema político mexicano funcionó con precisión milimétrica. La dictadura perfecta se constituía a partir de un axioma invulnerable: “No reelección”. El presidente saliente podía elegir a su sucesor pero, luego, perdía toda influencia sobre él, pasaba a retiro. Ésta fórmula ayudó a México exentarse de la violencia que caracterizó las transiciones de sus vecinos latinoamericanos. Cuando Rogerio de la Selva, secretario particular de Miguel Alemán, consultó a Lázaro Cárdenas sobre la conveniencia de hacer una excepción a la regla —no era casual la consulta ni lo sería la respuesta—, el general, el de mayor ascendencia moral sobre la familia revolucionaria, le advirtió que siempre que alguno quisiera perpetuarse en el poder ocasionaría un baño de sangre. —No comparto la teoría de que los hombres sean imprescindibles —le dijo.

En el cénit de su presidencia, Carlos Salinas de Gortari se creyó imprescindible. Los partidarios de su proyecto transexenal esgrimían que el buen desempeño del mandatario no debería ser desperdiciado y que, en democracia, la reelección debería ser decisión del pueblo; los más locuaces retomaban el alegato de Gonzalo N. Santos a propósito de la reforma constitucional de 1926, el cual comenzaba diciendo que “la Revolución no podía permitirse la inutilización permanente de sus líderes”. Consciente, no obstante, de que pretender la reelección inmediata sería un exceso de soberbia —la intentona de Gonzalo Martínez Corbalá de reelegirse como gobernador de San Luis Potosí, vista como un experimento del salinismo, había generado fuertes críticas— Salinas apostó, mejor, por una reelección colegiada, un salinato, al cabo del cual volvería, triunfante, abanderando al nuevo PRI, el partido de la Solidaridad. El presidente hacia cambios pero no para conservar el poder, como marcaban los cánones, sino para acumularlo. El desmantelamiento del ancien régime conduciría a la democracia, según Salinas…

Carlos Salinas de Gortari, fanático de la intriga, propició el clima enrarecido en medio del cual ocurrió al asesinato de su delfín, su hijo político, Luis Donaldo Colosio, ésta semana, hace 23 años. Colosio pagó con su vida la ambición desmedida de su patrón.

¡Fuenteovejuna lo hizo! ¡Al candidato lo mataron todos los agraviados del salinismo!

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