miércoles, 15 de febrero de 2017

La derrota de EPN por Francisco Baeza

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 14 de febrero de 2017.

Aníbal, “el más grande de los generales”, en palabras de Cornelio Nepote, no supo qué hacer con la victoria que consiguió en Cannas, en el año 216 a. C. Las condiciones no eran las mejores para capitalizarla, para marchar sobre Roma como exigían sus generales. Los cartagineses contaban sus muertos y heridos por millares; los romanos, por su parte, aún disponían de fuerzas de combate en sus provincias capaces de acudir en auxilio de su capital. La victoria de Aníbal, aunque impresionante, tal vez fuese más psicológica que real…

Transcurrido el primer mes de gobierno de Donald Trump, el mundo permanece en estado de shock. Del río revuelto, Enrique Peña Nieto se anotó una victoria rara, rarísima. Arropado por la clase política y por el empresariado, y con los mexicanos haciendo piña, el presidente pudo imponer a Alfredo del Mazo como candidato del PRI al gobierno del Estado de México y abrir una primera ronda de negociaciones con el PAN con vistas a forjar un acuerdo de largo alcance para repartirse el poder. Entretanto, la Marina aniquiló a Juan Francisco Patrón, El H2. Una demostración de brutalidad, ésta, sin otro propósito que el de probar el compromiso del gobierno federal con el combate al narcotráfico. El éxito que se atribuía el presidente caló en Washington: en el transcurso de días, los estadounidenses filtraron sendas notas para minar la credibilidad de un Luis Videgaray y, consecuentemente, lastimar a su jefe —ambas, serias: la primera, sobre una supuesta amenaza de Trump a Peña Nieto; la segunda, sobre una supuesta colaboración de Videgaray con Trump—.

En Los Pinos habían tomado nota de lo dicho por Carlos Slim, sobre Trump: —Si su enemigo es débil, se lo acaba; si es fuerte, negocia con él —dijo el empresario, durante una inusual conferencia, el 27 de enero. —Y ya se dio cuenta del apoyo que tiene el gobierno de México—. Peña Nieto, sin embargo, malinterpretó el viento a favor como viento de pueblo y se lanzó a conquistar la plaza pública, el espacio físico y virtual que se le ha negado siempre. Las marchas del domingo debían ser una exhibición de músculo; la demostración de una unidad más o menos monolítica en torno a la figura presidencial debía fortalecer la posición de Peña Nieto frente a Trump. Las marchas, empero, eran engañosas; de origen político, no ciudadano. El presidente dinosaurio está anclado en una época en que la manipulación y la maquinaria movilizaban multitudes. La protesta social se volteó contra él. El capital político que había ganado se diluyó en un tumulto que le fue hostil…

Una década después de la derrota en Cannas, las legiones de Escipión El Africano entraron triunfantes en Zama, última escala antes de Cartago. Aníbal, al final, pagó caro su vacilación.


Enrique Peña Nieto tampoco supo qué hacer con su victoria. En política, como en el campo de batalla, quien no avanza, retrocede. El presidente, ausente, desconectado de la realidad, fue rebasado.

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miércoles, 15 de febrero de 2017

La derrota de EPN por Francisco Baeza

Francisco Baeza [@paco_baeza_]. 14 de febrero de 2017.

Aníbal, “el más grande de los generales”, en palabras de Cornelio Nepote, no supo qué hacer con la victoria que consiguió en Cannas, en el año 216 a. C. Las condiciones no eran las mejores para capitalizarla, para marchar sobre Roma como exigían sus generales. Los cartagineses contaban sus muertos y heridos por millares; los romanos, por su parte, aún disponían de fuerzas de combate en sus provincias capaces de acudir en auxilio de su capital. La victoria de Aníbal, aunque impresionante, tal vez fuese más psicológica que real…

Transcurrido el primer mes de gobierno de Donald Trump, el mundo permanece en estado de shock. Del río revuelto, Enrique Peña Nieto se anotó una victoria rara, rarísima. Arropado por la clase política y por el empresariado, y con los mexicanos haciendo piña, el presidente pudo imponer a Alfredo del Mazo como candidato del PRI al gobierno del Estado de México y abrir una primera ronda de negociaciones con el PAN con vistas a forjar un acuerdo de largo alcance para repartirse el poder. Entretanto, la Marina aniquiló a Juan Francisco Patrón, El H2. Una demostración de brutalidad, ésta, sin otro propósito que el de probar el compromiso del gobierno federal con el combate al narcotráfico. El éxito que se atribuía el presidente caló en Washington: en el transcurso de días, los estadounidenses filtraron sendas notas para minar la credibilidad de un Luis Videgaray y, consecuentemente, lastimar a su jefe —ambas, serias: la primera, sobre una supuesta amenaza de Trump a Peña Nieto; la segunda, sobre una supuesta colaboración de Videgaray con Trump—.

En Los Pinos habían tomado nota de lo dicho por Carlos Slim, sobre Trump: —Si su enemigo es débil, se lo acaba; si es fuerte, negocia con él —dijo el empresario, durante una inusual conferencia, el 27 de enero. —Y ya se dio cuenta del apoyo que tiene el gobierno de México—. Peña Nieto, sin embargo, malinterpretó el viento a favor como viento de pueblo y se lanzó a conquistar la plaza pública, el espacio físico y virtual que se le ha negado siempre. Las marchas del domingo debían ser una exhibición de músculo; la demostración de una unidad más o menos monolítica en torno a la figura presidencial debía fortalecer la posición de Peña Nieto frente a Trump. Las marchas, empero, eran engañosas; de origen político, no ciudadano. El presidente dinosaurio está anclado en una época en que la manipulación y la maquinaria movilizaban multitudes. La protesta social se volteó contra él. El capital político que había ganado se diluyó en un tumulto que le fue hostil…

Una década después de la derrota en Cannas, las legiones de Escipión El Africano entraron triunfantes en Zama, última escala antes de Cartago. Aníbal, al final, pagó caro su vacilación.


Enrique Peña Nieto tampoco supo qué hacer con su victoria. En política, como en el campo de batalla, quien no avanza, retrocede. El presidente, ausente, desconectado de la realidad, fue rebasado.

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