martes, 6 de diciembre de 2016

Puebla Nos Une: Los Rezagos Que Atender. Por Alejandro Armenta Mier



Puebla es un estado pluricultural, pluriétnico y cosmopolita. Cuenta con una ubicación geográfica privilegiada y es la entidad con la cuarta población más grande del país.

En los últimos 5 años, nuestra entidad pasó por un proceso donde el gobierno panista de Puebla la transtornó –no la transformó- ante la poca atención de rubros tan importantes como el campo, el desarrollo social y la educación; hay que decirlo sólo han gobernado para una élite aristocrática y cómplice del poder que endeuda inéditamente al estado por más de 80 mil millones de pesos.

Nuestro estado se encuentra por encima del promedio nacional en todos los tipos de pobreza (alimentaria, capacidades, patrimonio). Solo por citar un ejemplo, nuestra ciudad capital es el municipio con mayor cantidad de pobres en el país, -ningún otro de los más de 2 mil 500 municipios tiene más personas en condiciones de pobreza que el municipio de Puebla- un millón 539 mil 819 habitantes, de los cuales el 39.9% vive en pobreza; este porcentaje se divide a su vez en 33.9% en pobreza moderada y un 6% en pobreza extrema, según datos del INEGI, cuyo resultado señala irá en aumento durante la década siguiente.

Durante el presente sexenio –afortunadamente próximo a terminar- se ha destinado el 62.3 % del presupuesto asignado para obras de infraestructura para toda la entidad poblana, sólo a la zona Angelópolis, en contraste con el 1.49 % que se destinó a la zona del Valle de Atlixco y Matamoros, el 2.87 % para la Mixteca, el 3.55 % para Tehuacán y la Sierra Negra, 8.76 % para la Sierra Norte, el 6.13 % para Serdán y 14.9 % para la Sierra Nororiental (Informes de gobierno 2011-2015).

Estos números, sin duda, reflejan que el gobierno en turno ha ponderado el gasto en obras de ornato antes que atender los rezagos sociales. La riqueza se ha concentrado en unas pocas manos y la brecha de desigualdad –en el campo y la ciudad- cada día aumenta. Las empresas extranjeras –las consentidas del sexenio- sólo incrementan sus capitales y éstos son llevados de nueva cuenta al exterior, impactando de manera negativa nuestra economía.

El desarrollo de un estado se mide por la capacidad de satisfacer las necesidades humanas que se reflejen en una mejor calidad de vida, no por la cantidad de puentes –la mayoría inútiles-, ciclovías y museos -que en poco o nada impactan en la calidad de vida de los poblanos-; obras que evidencian el desconocimiento de las verdaderas carencias y necesidades en cada uno de los municipios, juntas auxiliares y comunidades de nuestra entidad.

Este gobierno panista tiene asombrada a la burocracia poblana con un teleférico, una rueda de la fortuna, un museo que es el monumento al robo y al saqueo del siglo, mientras la otra cara de la moneda nos refleja falta agua, luz y seguridad en las colonias populares de la capital y de toda la entidad mientras el campo muere por el abandono de este gobierno que sólo ha hecho del presupuesto su caja chica para financiar sus sueños presidenciales.

Los priistas debemos alzar la voz y denunciar todo ello. No podemos quedarnos callados ante el abuso brutal y voraz en el uso de los recursos públicos que contrastan con las migajas presupuestales que se le dan al campo poblano, a los grupos indígenas y a las más de 12 mil localidades que fueron abandonadas en obras y recursos por un apetito cínico, voraz, abusivo y violador de los derechos humanos.

Tenemos la obligación de asegurar que en nuestros estados, los recursos públicos se etiqueten y se destinen a las necesidades sociales de la población; que se promueva la obra social,  NO obras de lucimiento personal de los gobernantes que implican dispendios de recursos.

Que el campo, la inversión productiva, la salud, la educación y la vivienda sean los ejes de desarrollo. Los diputados federales tenemos la responsabilidad de vigilar el cumplimiento en los municipios y gestionar recursos para tales fines. Estoy convencido de que el PRI no debe ser fuente de exigencia y no de complacencia.

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martes, 6 de diciembre de 2016

Puebla Nos Une: Los Rezagos Que Atender. Por Alejandro Armenta Mier



Puebla es un estado pluricultural, pluriétnico y cosmopolita. Cuenta con una ubicación geográfica privilegiada y es la entidad con la cuarta población más grande del país.

En los últimos 5 años, nuestra entidad pasó por un proceso donde el gobierno panista de Puebla la transtornó –no la transformó- ante la poca atención de rubros tan importantes como el campo, el desarrollo social y la educación; hay que decirlo sólo han gobernado para una élite aristocrática y cómplice del poder que endeuda inéditamente al estado por más de 80 mil millones de pesos.

Nuestro estado se encuentra por encima del promedio nacional en todos los tipos de pobreza (alimentaria, capacidades, patrimonio). Solo por citar un ejemplo, nuestra ciudad capital es el municipio con mayor cantidad de pobres en el país, -ningún otro de los más de 2 mil 500 municipios tiene más personas en condiciones de pobreza que el municipio de Puebla- un millón 539 mil 819 habitantes, de los cuales el 39.9% vive en pobreza; este porcentaje se divide a su vez en 33.9% en pobreza moderada y un 6% en pobreza extrema, según datos del INEGI, cuyo resultado señala irá en aumento durante la década siguiente.

Durante el presente sexenio –afortunadamente próximo a terminar- se ha destinado el 62.3 % del presupuesto asignado para obras de infraestructura para toda la entidad poblana, sólo a la zona Angelópolis, en contraste con el 1.49 % que se destinó a la zona del Valle de Atlixco y Matamoros, el 2.87 % para la Mixteca, el 3.55 % para Tehuacán y la Sierra Negra, 8.76 % para la Sierra Norte, el 6.13 % para Serdán y 14.9 % para la Sierra Nororiental (Informes de gobierno 2011-2015).

Estos números, sin duda, reflejan que el gobierno en turno ha ponderado el gasto en obras de ornato antes que atender los rezagos sociales. La riqueza se ha concentrado en unas pocas manos y la brecha de desigualdad –en el campo y la ciudad- cada día aumenta. Las empresas extranjeras –las consentidas del sexenio- sólo incrementan sus capitales y éstos son llevados de nueva cuenta al exterior, impactando de manera negativa nuestra economía.

El desarrollo de un estado se mide por la capacidad de satisfacer las necesidades humanas que se reflejen en una mejor calidad de vida, no por la cantidad de puentes –la mayoría inútiles-, ciclovías y museos -que en poco o nada impactan en la calidad de vida de los poblanos-; obras que evidencian el desconocimiento de las verdaderas carencias y necesidades en cada uno de los municipios, juntas auxiliares y comunidades de nuestra entidad.

Este gobierno panista tiene asombrada a la burocracia poblana con un teleférico, una rueda de la fortuna, un museo que es el monumento al robo y al saqueo del siglo, mientras la otra cara de la moneda nos refleja falta agua, luz y seguridad en las colonias populares de la capital y de toda la entidad mientras el campo muere por el abandono de este gobierno que sólo ha hecho del presupuesto su caja chica para financiar sus sueños presidenciales.

Los priistas debemos alzar la voz y denunciar todo ello. No podemos quedarnos callados ante el abuso brutal y voraz en el uso de los recursos públicos que contrastan con las migajas presupuestales que se le dan al campo poblano, a los grupos indígenas y a las más de 12 mil localidades que fueron abandonadas en obras y recursos por un apetito cínico, voraz, abusivo y violador de los derechos humanos.

Tenemos la obligación de asegurar que en nuestros estados, los recursos públicos se etiqueten y se destinen a las necesidades sociales de la población; que se promueva la obra social,  NO obras de lucimiento personal de los gobernantes que implican dispendios de recursos.

Que el campo, la inversión productiva, la salud, la educación y la vivienda sean los ejes de desarrollo. Los diputados federales tenemos la responsabilidad de vigilar el cumplimiento en los municipios y gestionar recursos para tales fines. Estoy convencido de que el PRI no debe ser fuente de exigencia y no de complacencia.

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