miércoles, 7 de diciembre de 2016

Puebla, la pequeña Habana. Por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

La semana pasada, Enrique Peña Nieto asistió a los funerales de Fidel Castro. Los mismos que le urgían a acercarse a nuestros vecinos y a buscar aliados para enfrentar el desafío estadounidense le criticaron rendir honores al dictador. —Se ha vuelto moda madrearlo —se compadece Ricardo Alemán. Los triunfos del presidente se cuentan poco y se cuentan mal…

En Cuba, Enrique Peña Nieto compartió el escenario con media docena de líderes de dudosa reputación. Todos ellos guardan similitudes con el difunto. Los regímenes latinoamericanos y africanos que se reflejaron en el espejo de la Revolución cubana imitaron de ella sus virtudes y sus defectos. Fidel, el nigromante, halló, parece, la nueva fórmula del L'État, c'est moi. El Estado soy yo.

En términos generales, Fidel Castro y Rafael Moreno Valle no son muy diferentes. No se trata de establecer juicios de valor ni de colocar calificativos ni, tampoco, por supuesto, de comparar la revolución de uno con la transformación del otro; se trata solo de describir los hechos para no mirar, luego, hipócritamente, la paja en el ojo del isleño (Lc 6, 41-42).

A Fidel y a Moreno Valle les caracteriza —y no nos detengamos demasiado en éste punto porque es tema de diván —su egocentrismo y su mesianismo. En la isla y en tierra firme, el culto a la personalidad es (mal) disimulado. El cubano disfrutó de las multitudes y de las palmas reales del Ariguanabo tanto como el poblano disfruta de su omnipresencia mediática y de sus obras faraónicas.

Como Fidel, en Cuba, Moreno Valle ejerce un dominio absoluto sobre los procesos políticos en la entidad que gobierna. Controla, por ejemplo, los organismos electorales y los partidos políticos. Localmente, juega, casi, sin oposición. El gobernador de Puebla y el presidente de la República están en sintonía. En junio, el morenovallismo refrendó el estado gracias a esa complicidad. Si los socios tradicionales del PRI, el PANAL y el PT, se hubieran comportado como es habitual, el tricolor hubiera recuperado Casa Puebla.

En Puebla, como en Cuba, los poderes Judicial y Legislativo hacen de apéndices del Ejecutivo:

El 17 de noviembre, la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) e Integralia presentaron los primeros resultados del Reporte Legislativo del Congreso de Puebla en su LIX Legislatura. Entre otras novedades, el estudio señala que la mayoría morenovallista de la actual legislatura ha aprobado, ipso facto, el 96% de las iniciativas impulsadas por el Ejecutivo (117 de 122). El proyecto presidido por Emilio Baños Ardavín, rector de la muy panista casa de estudios, y por Luis Carlos Ugalde director general de la consultoría y ex presidente del IFE, concluye que el Congreso estatal está subordinado a la oficina del gobernador. “[En Puebla] se repite la lógica de reparto de prebendas y clientelismo”, añade el documento.

En 2011, la anterior legislatura aprobó por unanimidad la iniciativa impulsada por el Ejecutivo para reformar los códigos electorales estatales para elegir al gobernador la misma fecha en que se elija al presidente de la República. En la práctica, ésta modificación extendió la administración dos años, hasta 2018. Moreno Valle quedó, así, en posición de elegir a su substituto inmediato, para el periodo 2017-2018, y al substituto de éste, para el periodo 2018-2024. Nunca un gobernador poblano tuvo tantas facilidades legales para influir sobre sus sucesores. La herencia del poder entorpece el tránsito de las élites, un fenómeno que se aprecia de forma dramática en la isla.

La acumulación de tantísimo poder por parte de unos, forzosamente, implica la relajación de las garantías políticas de otros:

En Puebla, como en Cuba, la censura y la persecución de periodistas y disidentes con prácticas habituales. En esencia, son igualmente graves los casos de Fabián Gómez y Adrián Ruiz y el de Santiesteban-Prats o el de los Xicale y el de El Sexto. Aquí y allá, todos son vigilados por servicios de información que se mueven en los márgenes de la legalidad y disponen de presupuestos exorbitantes…

La fotografía oficial del gobernador de Puebla es obra de Rolando White. Como Fidel con el puro y el fusil, Moreno Valle transmite autoridad. En una mano, la Ley; en la otra, la fuerza.

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miércoles, 7 de diciembre de 2016

Puebla, la pequeña Habana. Por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

La semana pasada, Enrique Peña Nieto asistió a los funerales de Fidel Castro. Los mismos que le urgían a acercarse a nuestros vecinos y a buscar aliados para enfrentar el desafío estadounidense le criticaron rendir honores al dictador. —Se ha vuelto moda madrearlo —se compadece Ricardo Alemán. Los triunfos del presidente se cuentan poco y se cuentan mal…

En Cuba, Enrique Peña Nieto compartió el escenario con media docena de líderes de dudosa reputación. Todos ellos guardan similitudes con el difunto. Los regímenes latinoamericanos y africanos que se reflejaron en el espejo de la Revolución cubana imitaron de ella sus virtudes y sus defectos. Fidel, el nigromante, halló, parece, la nueva fórmula del L'État, c'est moi. El Estado soy yo.

En términos generales, Fidel Castro y Rafael Moreno Valle no son muy diferentes. No se trata de establecer juicios de valor ni de colocar calificativos ni, tampoco, por supuesto, de comparar la revolución de uno con la transformación del otro; se trata solo de describir los hechos para no mirar, luego, hipócritamente, la paja en el ojo del isleño (Lc 6, 41-42).

A Fidel y a Moreno Valle les caracteriza —y no nos detengamos demasiado en éste punto porque es tema de diván —su egocentrismo y su mesianismo. En la isla y en tierra firme, el culto a la personalidad es (mal) disimulado. El cubano disfrutó de las multitudes y de las palmas reales del Ariguanabo tanto como el poblano disfruta de su omnipresencia mediática y de sus obras faraónicas.

Como Fidel, en Cuba, Moreno Valle ejerce un dominio absoluto sobre los procesos políticos en la entidad que gobierna. Controla, por ejemplo, los organismos electorales y los partidos políticos. Localmente, juega, casi, sin oposición. El gobernador de Puebla y el presidente de la República están en sintonía. En junio, el morenovallismo refrendó el estado gracias a esa complicidad. Si los socios tradicionales del PRI, el PANAL y el PT, se hubieran comportado como es habitual, el tricolor hubiera recuperado Casa Puebla.

En Puebla, como en Cuba, los poderes Judicial y Legislativo hacen de apéndices del Ejecutivo:

El 17 de noviembre, la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) e Integralia presentaron los primeros resultados del Reporte Legislativo del Congreso de Puebla en su LIX Legislatura. Entre otras novedades, el estudio señala que la mayoría morenovallista de la actual legislatura ha aprobado, ipso facto, el 96% de las iniciativas impulsadas por el Ejecutivo (117 de 122). El proyecto presidido por Emilio Baños Ardavín, rector de la muy panista casa de estudios, y por Luis Carlos Ugalde director general de la consultoría y ex presidente del IFE, concluye que el Congreso estatal está subordinado a la oficina del gobernador. “[En Puebla] se repite la lógica de reparto de prebendas y clientelismo”, añade el documento.

En 2011, la anterior legislatura aprobó por unanimidad la iniciativa impulsada por el Ejecutivo para reformar los códigos electorales estatales para elegir al gobernador la misma fecha en que se elija al presidente de la República. En la práctica, ésta modificación extendió la administración dos años, hasta 2018. Moreno Valle quedó, así, en posición de elegir a su substituto inmediato, para el periodo 2017-2018, y al substituto de éste, para el periodo 2018-2024. Nunca un gobernador poblano tuvo tantas facilidades legales para influir sobre sus sucesores. La herencia del poder entorpece el tránsito de las élites, un fenómeno que se aprecia de forma dramática en la isla.

La acumulación de tantísimo poder por parte de unos, forzosamente, implica la relajación de las garantías políticas de otros:

En Puebla, como en Cuba, la censura y la persecución de periodistas y disidentes con prácticas habituales. En esencia, son igualmente graves los casos de Fabián Gómez y Adrián Ruiz y el de Santiesteban-Prats o el de los Xicale y el de El Sexto. Aquí y allá, todos son vigilados por servicios de información que se mueven en los márgenes de la legalidad y disponen de presupuestos exorbitantes…

La fotografía oficial del gobernador de Puebla es obra de Rolando White. Como Fidel con el puro y el fusil, Moreno Valle transmite autoridad. En una mano, la Ley; en la otra, la fuerza.

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