miércoles, 19 de octubre de 2016

Trump: The Redskins rule. Por Francisco Baeza



 [@paco_baeza_]

—Hillary Clinton and the Democrats will stay in power!—afirman desde la CBS. Los expertos de la cadena llegaron a ésta conclusión luego de la victoria de los Redskins, el domingo.

Steve Hirdt, de Elias Sports Bureau, descubrió una curiosa correlación entre el deporte y la política. The Redskins rule establece que “si losRedskins ganan su último juego como local antes del día de la elección, el partido político en el poder ganará la elección”…

Luego de un mes en ascenso, la campaña de Donald Trump ha entrado en crisis. Los líderes del Partido Republicano le han retirado su apoyo convirtiéndole, en la práctica, en un candidato independiente. Liberado en su hábitat, el animal salvaje se ha vuelto contra el establishment: —¡Me han quitado los grilletes y ahora puedo luchar por mi país como yo quiera! —celebra.

La ruptura entre el partido y el candidato se produce luego de que la prensa afín a la administración de Barack Obama y a la campaña de Hillary Clinton recuperaran la versión más nauseabunda del neoyorquino. The Washington Post y de The New York Times han lastimado enormemente sus aspiraciones: los votantes conservadores podrían apoyar a un evasor fiscal, ¡pero nunca a un depredador sexual! El mexicano Carlos Slim, dicho sea de paso, es accionista mayoritario del segundo y un patrocinador menor de la campaña de la candidata demócrata. El patrón de Grupo CARSO ha donado US$250,000-500,000

La consigna de los medios de comunicación estadounidenses es imponer la idea de que la derrota de Donald Trump es inevitable.

Es verdad que; la mayoría le rechaza pero no necesita el voto de la mayoría para ser presidente:

El presidente de los Estados Unidos no es elegido por votación directa sino por el Colegio Electoral, el conjunto de los 538 electores presidenciales seleccionados por los ciudadanos.

Los padres fundadores de los Estados Unidos no confiaban en los procesos democráticos; los Franklin, Hamilton, Madison o Wilson rechazaban la idea de que los sucesores de George Washington fuesen elegidos por ciudadanos de menor nobleza. Además, las dificultades para realizar una elección a escala nacional eran mayúsculas; no existía una cultura de participación política ni los medios de comunicación para desarrollar un proceso electoral. ¡Nunca se había intentado una elección en un territorio tan extenso como el de las trece colonias! Su solución fue crear la figura de los electores presidenciales. Estos hombres de buen juicio y reputación garantizarían que los líderes nacionales se reflejasen en el espejo del prohombre y que su elección fuese posible en tiempo y forma; primarían la excelencia sobre la popularidad.

Pensando en repartir el poder entre los estados, los padres fundadores asignaron a cada uno un número de electores presidenciales de acuerdo con su población. Esto implica que las campañas presidenciales se desarrollen localmente, estado por estado. El resultado de la elección presidencial está sujeto, pues, a lo que ocurra en escenarios muy específicos. Acercándonos al 8 de noviembre, la mayoría de los escenarios se han resuelto, pero una docena se mantienen en empate técnico y sus votos pueden inclinar la balanza a uno u otro lado; entre ellos, Florida (29 votos), Ohio (18), Carolina del Norte (15) y Nevada (5); y también Colorado (9) y Wisconsin (10).

En teoría, los electores presidenciales podrían corregir a los ciudadanos; en la práctica, no. Al imponerse los valores democráticos modernos sobre las ideas aristocráticas del siglo XVIII, la mayoría de los congresos locales aplicaron candados para proteger el voto de sus ciudadanos. En una treintena de estados los electores presidenciales están obligados legalmente a votar de acuerdo con el mandato popular; entre ellos, Florida, Ohio, Carolina del Norte o Wisconsin

Trump sólo podrá ser derrotado en las urnas. Si el pueblo se equivoca, encontrará en el espejo de Washington un reflejo muy, muy distorsionado.

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miércoles, 19 de octubre de 2016

Trump: The Redskins rule. Por Francisco Baeza



 [@paco_baeza_]

—Hillary Clinton and the Democrats will stay in power!—afirman desde la CBS. Los expertos de la cadena llegaron a ésta conclusión luego de la victoria de los Redskins, el domingo.

Steve Hirdt, de Elias Sports Bureau, descubrió una curiosa correlación entre el deporte y la política. The Redskins rule establece que “si losRedskins ganan su último juego como local antes del día de la elección, el partido político en el poder ganará la elección”…

Luego de un mes en ascenso, la campaña de Donald Trump ha entrado en crisis. Los líderes del Partido Republicano le han retirado su apoyo convirtiéndole, en la práctica, en un candidato independiente. Liberado en su hábitat, el animal salvaje se ha vuelto contra el establishment: —¡Me han quitado los grilletes y ahora puedo luchar por mi país como yo quiera! —celebra.

La ruptura entre el partido y el candidato se produce luego de que la prensa afín a la administración de Barack Obama y a la campaña de Hillary Clinton recuperaran la versión más nauseabunda del neoyorquino. The Washington Post y de The New York Times han lastimado enormemente sus aspiraciones: los votantes conservadores podrían apoyar a un evasor fiscal, ¡pero nunca a un depredador sexual! El mexicano Carlos Slim, dicho sea de paso, es accionista mayoritario del segundo y un patrocinador menor de la campaña de la candidata demócrata. El patrón de Grupo CARSO ha donado US$250,000-500,000

La consigna de los medios de comunicación estadounidenses es imponer la idea de que la derrota de Donald Trump es inevitable.

Es verdad que; la mayoría le rechaza pero no necesita el voto de la mayoría para ser presidente:

El presidente de los Estados Unidos no es elegido por votación directa sino por el Colegio Electoral, el conjunto de los 538 electores presidenciales seleccionados por los ciudadanos.

Los padres fundadores de los Estados Unidos no confiaban en los procesos democráticos; los Franklin, Hamilton, Madison o Wilson rechazaban la idea de que los sucesores de George Washington fuesen elegidos por ciudadanos de menor nobleza. Además, las dificultades para realizar una elección a escala nacional eran mayúsculas; no existía una cultura de participación política ni los medios de comunicación para desarrollar un proceso electoral. ¡Nunca se había intentado una elección en un territorio tan extenso como el de las trece colonias! Su solución fue crear la figura de los electores presidenciales. Estos hombres de buen juicio y reputación garantizarían que los líderes nacionales se reflejasen en el espejo del prohombre y que su elección fuese posible en tiempo y forma; primarían la excelencia sobre la popularidad.

Pensando en repartir el poder entre los estados, los padres fundadores asignaron a cada uno un número de electores presidenciales de acuerdo con su población. Esto implica que las campañas presidenciales se desarrollen localmente, estado por estado. El resultado de la elección presidencial está sujeto, pues, a lo que ocurra en escenarios muy específicos. Acercándonos al 8 de noviembre, la mayoría de los escenarios se han resuelto, pero una docena se mantienen en empate técnico y sus votos pueden inclinar la balanza a uno u otro lado; entre ellos, Florida (29 votos), Ohio (18), Carolina del Norte (15) y Nevada (5); y también Colorado (9) y Wisconsin (10).

En teoría, los electores presidenciales podrían corregir a los ciudadanos; en la práctica, no. Al imponerse los valores democráticos modernos sobre las ideas aristocráticas del siglo XVIII, la mayoría de los congresos locales aplicaron candados para proteger el voto de sus ciudadanos. En una treintena de estados los electores presidenciales están obligados legalmente a votar de acuerdo con el mandato popular; entre ellos, Florida, Ohio, Carolina del Norte o Wisconsin

Trump sólo podrá ser derrotado en las urnas. Si el pueblo se equivoca, encontrará en el espejo de Washington un reflejo muy, muy distorsionado.

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