miércoles, 14 de septiembre de 2016

La difícil renuncia de Luis Videgaray por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

El 15 de septiembre de 1910, Porfirio Díaz se dirigió a la multitud que celebraba el centenario de la independencia mexicana: “¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!” Terminada la arenga, golpeó el esquilón San José. ¡Y no sonó! Algún bromista había envuelto su badajo en un trapo para fastidiar al presidente. Probablemente nadie se haya percatado del incidente. No había, entonces, una fijación enfermiza con la figura presidencial ni existían los medios técnicos para compartir sus deslices en tiempo real y a un público global…

¡Qué diera Enrique Peña Nieto para volver a una época en la que podía pasar, casi, desapercibido!

Éste 15 de septiembre marcará el ecuador de un mes complicadísimo para el presidente:

La renuncia de Luis Videgaray, su mano derecha, es el último incidente de un sexenio ridículo. La dimisión del titular de la SHCP es difícil de gestionar. En el fondo, se trató de un reacomodo; en la forma, de un un despido:

El secretario tenía un pie fuera del gabinete presidencial desde hacía tiempo. Con los números en su contra —Moody’s y Standard & Poor’s, recién habían reprobado su trabajo—, su continuidad y sus aspiraciones presidenciales eran insostenibles. Era imperativo darle otro rumbo a su carrera política enviándole el Estado de México, como candidato al gobierno del estado o como coordinador de campaña. El desmadre de Donald Trump aniquiló la posibilidad de transitar suavemente de una posición a otra.

La visita de Trump, además, le dejó expuesto. El primer golpe provino del Washington Post —el periódico no es abiertamente demócrata, pero su nuevo dueño, Jeff Bezos, es abiertamente opuesto al candidato republicano. El patrón de Amazon también es un firme partidario de las uniones homosexuales y del incremento de impuestos—. El riesgo de que los medios afines a la administración de Barack Obama y a la campaña de Hillary Clinton, como The New York Times o The Guardian, apuntaran contra una de las principales líneas de flotación del gobierno federal era alto. Removerlo no era solo imperativo, sino urgente…

Los artículos de Raymundo Riva PalacioLa apuesta por Trump, Peña engañó a Obama y ¡Por favor, Hillary!— arrojan luz sobre el último incidente del sexenio:

Riva Palacio subraya el interés del Videgaray en establecer un canal de comunicación directo con Trump, a través de empresarios amigos, despreciando otras rutas menos agresivas —por ejemplo, la de Carlos Salinas de Gortari, vía James Baker; o la de Claudia Ruiz Massieu, vía Paul Ryan.

No está claro por qué Videgaray querría hacer migas con Trump. En entrevista con Joaquín López-Dóriga, se justificó diciendo que existía un riesgo real de que el neoyorquino ganara la elección de noviembre. Los números le contradicen: durante el primer mes de campaña, Clinton aventajaba a Trump en prácticamente todas las encuestas nacionales y abría márgenes de doble dígito en algunos de los estados qué más votos suman, como California (55 votos), Nueva York (29), Illinois (20) o Pennsylvania (20). Según Fox News, al 31 de agosto, Clinton aventajaba a Trump en intención de voto por +6%. A partir de entonces, la tendencia se ha invertido. Es increíble que el arquitecto de la visita ignorara las consecuencias de sus acciones…

Videgaray, ha quedado fuera de las quinielas, pero no del grupo compacto:

El otrora hombre fuerte del régimen seguirá jugando al golf con el presidente los fines de semana y, por lo tanto, porque las estrategias políticas y electorales se definen en el green, influyendo directamente en su toma de decisiones; también seguirá controlando el PRI, a través de su líder nacional, e interviniendo en la SHCP y en la SEDESOL, a través de sus nuevos titulares.

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miércoles, 14 de septiembre de 2016

La difícil renuncia de Luis Videgaray por Francisco Baeza



[@paco_baeza_]

El 15 de septiembre de 1910, Porfirio Díaz se dirigió a la multitud que celebraba el centenario de la independencia mexicana: “¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!” Terminada la arenga, golpeó el esquilón San José. ¡Y no sonó! Algún bromista había envuelto su badajo en un trapo para fastidiar al presidente. Probablemente nadie se haya percatado del incidente. No había, entonces, una fijación enfermiza con la figura presidencial ni existían los medios técnicos para compartir sus deslices en tiempo real y a un público global…

¡Qué diera Enrique Peña Nieto para volver a una época en la que podía pasar, casi, desapercibido!

Éste 15 de septiembre marcará el ecuador de un mes complicadísimo para el presidente:

La renuncia de Luis Videgaray, su mano derecha, es el último incidente de un sexenio ridículo. La dimisión del titular de la SHCP es difícil de gestionar. En el fondo, se trató de un reacomodo; en la forma, de un un despido:

El secretario tenía un pie fuera del gabinete presidencial desde hacía tiempo. Con los números en su contra —Moody’s y Standard & Poor’s, recién habían reprobado su trabajo—, su continuidad y sus aspiraciones presidenciales eran insostenibles. Era imperativo darle otro rumbo a su carrera política enviándole el Estado de México, como candidato al gobierno del estado o como coordinador de campaña. El desmadre de Donald Trump aniquiló la posibilidad de transitar suavemente de una posición a otra.

La visita de Trump, además, le dejó expuesto. El primer golpe provino del Washington Post —el periódico no es abiertamente demócrata, pero su nuevo dueño, Jeff Bezos, es abiertamente opuesto al candidato republicano. El patrón de Amazon también es un firme partidario de las uniones homosexuales y del incremento de impuestos—. El riesgo de que los medios afines a la administración de Barack Obama y a la campaña de Hillary Clinton, como The New York Times o The Guardian, apuntaran contra una de las principales líneas de flotación del gobierno federal era alto. Removerlo no era solo imperativo, sino urgente…

Los artículos de Raymundo Riva PalacioLa apuesta por Trump, Peña engañó a Obama y ¡Por favor, Hillary!— arrojan luz sobre el último incidente del sexenio:

Riva Palacio subraya el interés del Videgaray en establecer un canal de comunicación directo con Trump, a través de empresarios amigos, despreciando otras rutas menos agresivas —por ejemplo, la de Carlos Salinas de Gortari, vía James Baker; o la de Claudia Ruiz Massieu, vía Paul Ryan.

No está claro por qué Videgaray querría hacer migas con Trump. En entrevista con Joaquín López-Dóriga, se justificó diciendo que existía un riesgo real de que el neoyorquino ganara la elección de noviembre. Los números le contradicen: durante el primer mes de campaña, Clinton aventajaba a Trump en prácticamente todas las encuestas nacionales y abría márgenes de doble dígito en algunos de los estados qué más votos suman, como California (55 votos), Nueva York (29), Illinois (20) o Pennsylvania (20). Según Fox News, al 31 de agosto, Clinton aventajaba a Trump en intención de voto por +6%. A partir de entonces, la tendencia se ha invertido. Es increíble que el arquitecto de la visita ignorara las consecuencias de sus acciones…

Videgaray, ha quedado fuera de las quinielas, pero no del grupo compacto:

El otrora hombre fuerte del régimen seguirá jugando al golf con el presidente los fines de semana y, por lo tanto, porque las estrategias políticas y electorales se definen en el green, influyendo directamente en su toma de decisiones; también seguirá controlando el PRI, a través de su líder nacional, e interviniendo en la SHCP y en la SEDESOL, a través de sus nuevos titulares.

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